MUSICA RELAJANTE DE MACR

miércoles, 5 de diciembre de 2012

LOS PODERES MAGICO DE LA VELA


En el siglo XVI la cortesana famosa Veneciana, Verónica Franco, fue arrestada antes del la inquisición para practicar ceromancia para poder descubrir el identidad de un ladrón que había estado en su casa. 

Los turcos descubrían los crímenes y los robos por este método, hacían derretir a fuego lento un pedazo de cera murmurando algunas palabras, lo quitaban después del brasero y hallaban las figuras que indicaban quien era el ladrón, donde estaba su casa o su guarida.

 En la Alsacia en el siglo XV, aun hoy día cuando hay un enfermo y las buenas mujeres quieren averiguar qué santo les envió la enfermedad, toman tantos cirios de igual peso cuantos santos sospechan y aquel cuyo cirio se consumió el primero es tenido por el autor del mal.

En "La Historia pintoresca de los brujos", publicada en París en el año 1846, encontramos un grabado verdaderamente revelador de la antigua magia con velas.

Esta evocación se efectuaba a través de un conjuro, se dibujaba un doble círculo en el suelo, escribiendo nombres y cifras mágicas entre los dos círculos, y otros gráficos de protección en el interior.

Lo ideal es que la vela se encienda o con una cerilla de madera, que es un elemento natural, o con otra vela encendida con anterioridad. La vela debe encenderse siempre con la mano dominante en la persona, ya sea zurda o diestra, mientras que lo recomendable para encender una vela con otra es usar ambas manos. 

El apagado o extinción de la vida de la vela, es también un aspecto muy importante en la magia de velas. Por norma general la vela se deja consumir hasta el final, hasta que ella misma se apaga. Sin embargo, cuando se desea alterar ese proceso y el apagado es voluntario, el mejor sistema es apagar la llama utilizando los dedos. De esta forma, toda la energía que hemos proyectado a la vela, no se perderá en un soplido al aire. También se puede utilizar un apaga velas, pero recomendamos utilizar los dedos, ya que es el método más persona

No use la misma vela para invocaciones distintas; une vez encendida para una intención específica, debe dejase consumir completamente, así sea en varias ocasiones para el mismo propósito. Es muy importante, antes de encender cualquier vela para hacer un ritual o petición, lave las mismas con un jabón purificador para neutralizar cualquier energía residual derivada de la manipulación, fabricación, etc. Luego secar con un trapo blanco. 

También se pueden limpiar con la energía del Reiki.


Encienda las velas siempre con fósforos, de madera, es el primer simbolismo, es la creación del fuego. En el momento de prenderla, diga en voz alta sus deseos. 

Nunca las apague soplando, ya que dispersaría la energía concentrada; no lo haga tampoco con los; dedos: use un apagavelas o algo semejante que ahogue la llama. Cuando las apague, dé también las gracias en voz alta. Si además de la vela enciende también un incienso, esto es maravilloso para atraer los buenos elementos presentes en la naturaleza y sus abundantes beneficios.


En el momento de realizar una ceremonia o ritual mágico con velas hay que tomarse en serio el trabajo a realizar.

Las velas son fuente de muchas posibilidades siempre que se utilicen con la debida propiedad.


No puede celebrarse un ceremonial con el simple encendido de una vela del color que a uno se le antoje, con la improvisación de algunas frases y la petición de un efecto mágico absolutamente caprichoso.

El hecho de encender una vela para un ritual ya es un acto de magia por sí mismo, por lo que la persona que lo emprenda debe hallarse en buena disposición para su realización, con una preparación previa, una concentración profunda, la correspondiente eliminación del espíritu de impurezas que pueden interferir en el ceremonial y un cuidado extremo en todos y cada uno de los pasos que hay que dar para obtener el máximo beneficio del ritual.



Uno de los primeros pasos que se deben realizar antes de iniciar un ritual es la:

UNCION DE LA VELA: Es decir, la impregnación de las velas con sustancias aceitosas que se deben esparcir sobre las velas antes de encenderlas.

El objetivo de la unción es potenciar los efectos beneficiosos de las velas, por lo que esta operación deberá realizarse sobre toda la superficie de la misma, primero con una mano (mientras se sujeta la vela con la otra) y luego con la otra
.

No hay que olvidar que esta operación será de mayor efecto si se realiza con la luna en cuarto creciente, puesto que potenciará al máximo el poder de unción.

No existe el aceite ideal para la unción por lo que se recomienda utilizar el que en cada uno de los rituales convenga más: según el color de la vela, el tipo de ritual a realizar y el momento del día en que este se realice.

Conviene recordar que al quemar la vela, esta desprenderá el olor correspondiente al aceite de unción que se haya utilizado. Así pues, si la persona que va a realizar el rito es alérgica o muy sensible a un determinado olor conviene que lo tenga en cuenta antes de proceder a la unción.

Otro de los trabajos que se realizan en algunas ocasiones, antes de encender la vela y después de su unción, es el de «vestir» la vela. Se trata de escribir en la vela del ritual el mensaje del deseo o petición que se desea conseguir y cubrirlo posteriormente con la cera de otra vela.

Se dice que mediante este sistema se refuerza el poder de la invocación y, evidentemente, supone la utilización de más de una vela: la propia del ritual y otra más para que su cera cubra el mensaje escrito en la primera.

En este aspecto del mensaje conviene destacar que existen varias posibilidades. Una de ellas consiste en escribir el mensaje en un papel normal o de color, según sea el ritual y otra hacerlo en la propia vela.

Para este último proceso, antes de escribir sobre la cera, deberá calentarse la vela con las propias manos, previamente calentadas a la llama de otra vela si esto fuera necesario.

Seguidamente, para marcar la vela se utilizará preferentemente una pluma de ave, con cuya punta se inscribirá la frase, palabra o clave convenida para el ceremonial que posteriormente se realizará. El proceso de escritura puede llevarse a cabo marcando por la fuerza las palabras elegidas o mediante la aplicación de tinta especial para velas, que puede hallarse en las tiendas especializadas.

Conviene recordar que tanto la escritura en la vela como en un papel poseen la misma validez, pues sólo en ritos de alta magia es obligatorio realizar la inscripción en la propia vela.

De todas formas, este último proceso de escritura en las velas no es imprescindible. Sólo debe realizarse si se cree necesario (téngase en cuenta que la propia creencia del oficiante es uno de los aspectos más importantes para infundir fe y esperanza en que el ritual a realizar cumplirá con los objetivos propuestos).

El tercer paso, y muy importante, que se debe realizar antes de iniciar el ritual es el encendido de la vela. Al encender una vela se están poniendo en marcha una serie de fuerzas cósmicas a través de las cuales, mediante el posterior sortilegio, se modificarán los acontecimientos haciendo que las fuerzas psicosensoriales actúen favoreciendo los deseos de la persona que realice la invocación, también denominada oficiante o maestro de ceremonias.

Al tratarse de fuerzas invisibles pero naturales no se recomienda utilizar elementos artificiales para el encendido de la vela, es decir, encendedores electrónicos ni otros elementos que sólo lograrían interferir el buen desarrollo del inicio del ceremonial. Por este motivo, se recomienda que el encendido se realice con una cerilla de madera, el elemento natural por excelencia, aunque si no se dispone de una de madera puede utilizarse una de cera.

También se considera correcto encender una vela con la llama de otra vela, en este caso cogiendo la vela de encendido con las dos manos.

De igual forma, el apagado de la vela también supone un cambio en el ambiente físico-químico que envuelve al oficiante. Por este motivo conviene realizado con el máximo cuidado, nunca chafando la mecha o apagando la vela con los dedos húmedos.

Se recomienda que el apagado de la misma se haga soplando ligeramente, situando la mano detrás de la vela para evitar esparcir la cera líquida alrededor de la vela, o derramada en la mesa o el suelo. Si esto sucediera así, el efecto del ritual se vería profundamente afectado, sería como «echar por tierra» todo el proceso realizado anteriormente y, por tanto, convendría repetido, aunque no inmediatamente, sino después de esperar hasta la siguiente ocasión considerada más propicia en cuanto a hora, día, situación astral y personal del propio oficiante.

También puede utilizarse para apagar la vela el artilugio denominadoapagavelas, intentando no aplastar la mecha ni tocarla 


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VELAS DEL HOGAR
EL USO COTIDIANO DE TODO LOS DIAS


EL PROPIO HOGAR, LA MORADA DE LAS PERSONAS, FUE EL PRIMER LUGAR DONDE EN LA ANTIGÜEDAD SEINICIARON LOS RITUALES MÁGICOS. Y UN BUEN PROFESIONAL DEBE TENER SU TEMPLO EN SU MORADA.

El nombre «ocultismo» hace referencia a las situaciones en las que estos rituales o ceremonias tenían lugar, y es evidente que en determinadas épocas de la historia el lugar más oculto para proceder a la invocación de los poderes ocultos era dentro de las propias moradas, donde nadie podría descubrir a los magos o brujos en plena invocación de los espíritus considerados por muchos como representaciones del maligno o demonio.

La tradición de realizar las invocaciones al aire libre es posterior, y enlaza con otra tradición también ancestral que propone el acercamiento máximo del hombre a la naturaleza. Es entonces cuando nacen las leyendas, basadas en hechos reales, de las invocaciones a diversas divinidades (dioses del bien y del mal) que tienen por escenario determinadas cimas de montañas, claros ocultos en el bosque, lugares ubicados y estratégicamente dirigidos hacia la situación de determinada estrella o planeta, etcétera …

Sea cual fuere el lugar elegido para la realización de las ceremonias es innegable que, como principal lugar de residencia, la propia casa o morada fue desde siempre uno de los primeros lugares que se quiso «limpiar» o liberar de las influencias maléficas.

Para unas y otras civilizaciones el hogar de las personas era su propia iglesia, su lugar sagrado, y dadas las continuas desgracias que sucedían, el deber de proteger a la familia empezaba generalmente por querer mantener libre de influencias negativas todo el entorno familiarMagia en y para la casa .

No es posible ofrecer una imagen global y general de los usos y costumbres respecto a la protección del hogar y la familia que realizaban todas y cada una de las civilizaciones puesto que cada una tenía y presentaba sus propias particularidades. Sin embargo, sí existía, por ejemplo, un generalizado uso del fuego.

Efectivamente, el fuego, la fuente de vida y de supervivencia en muchos casos, era casi un elemento de culto en sí mismo y se mantenía viva su llama tanto en lugares públicos protegidos como en el interior de las propias casas, en habitáculos principales y, más tarde, en habitaciones reservadas a tal fin.

Estos fuegos que, seguramente, en un principio se preservaban con fines pura y estrictamente de supervivencia, posteriormente fueron consagrados a diversas divinidades que podrían ser tanto generales y comunes a toda la tribu, población, ciudad o civilización, como propios e individualizados de cada una de las familias que los veneraba.

Con el paso de los siglos estas divinidades del propio hogar se fueron transformando en seres con entidad propia, en espíritus y duendes que, aunque invisibles, la gente creía que vivían con sus familias en el interior de sus propias moradas.

A partir de ahí nacieron y se propagaron las distintas supersticiones sobre la existencia de habitantes de origen sobrenatural que conviven en las moradas de los mortales (tanto en los antiguos palacios y castillos como en casas que existen en cada pueblo o ciudad las que se denomina encantadas por unos u otros motivos) y cuyas leyendas nos han llegado hasta nuestros días.

Por tanto, la protección de las casas frente a los espíritus maléficos siempre ha estado ligada al fuego.

En todos los hogares se quemaban distintos tipos de plantas, tanto para que la propia casa emanara buenos efluvios como para realizar ritos de curación, eliminar espíritus negativos y evitar la entrada de las distintas enfermedades que con una periodicidad demasiado habitual asolaban ciudades y hasta países enteros.

Si en tiempos remotos se creía en la existencia de espíritus beneficiosos que protegían a los habitantes de las casas contra robos, hechizos, etc., las familias, para preservar esta protección, al mudarse de casa intentaban llevarse consigo a estos espíritus benéficos. El sistema utilizado era recoger un ascua de la chimenea de la casa que dejaban y utilizada inmediatamente para encender el primer fuego en la chimenea de la nueva casa que acababan de estrenar.

Esta costumbre todavía hoy pervive en cierto modo y este es uno de los motivos por los que se celebran las denominadas «fiestas de Inauguración» del nuevo domicilio.

Existían y existen en la actualidad diversos tipos de plantas, cada una con unas características, determinadas y que se pueden utilizar con fines muy variados.

Entre las que tradicionalmente se quemaban en las casas para liberarlas de la negatividad y favorecer la curación de las personas que las habitaban cabe destacar algunas de las más conocidas: anís clavo, coríandro, espliego, limón, lilas, pétalos de rosa y violetas. Para evitar a las fuerzas maléficas y los venenos se utilizaban preferentemente: albahaca, laurel, helecho, ajo, lilas, raíz de mandrágora, muérdago, sándalo y milenrama, entre otras

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